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Confesiones de un Pastor

CONFESIONES DE UN PASTOR

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Confesiones de un Pastor – Capitulo 1 – Por: Daniel Ortiz

Algunos de ustedes me han preguntado quien soy, y sé también que algunos de ustedes sin preguntarme se han hecho la misma interrogativa. ¿Quién soy yo?, es una respuesta muy compleja y a la misma vez perpleja, creo verisímilmente que todos somos el resultado de un proceso, y es muy importante analizarte para saber quién realmente eres, sin disimulos o diplomacias. Algunos líderes consideran que esconderse bajo la falacia de una imagen o proyección ayuda a tu ministerio, pues las personas tendrán confianza en un líder que proyecta seguridad y éxito. Por lo contrario, como cristianos, Pablo dice que somos cartas leídas, y eso quiero ser para ustedes, y por eso me he propuesto a contestar sus interrogativas, aun cuando mi esposa y mis hijos mi tendrán acceso a leer mis humildes y reveladoras letras.

Nací en 1975, en un ranchito apartado en la sierra, su nombre es el Rancho el Pelillo y es municipio de Venustiano Carranza, Jalisco. No recuerdo haber vivido en este bello paraíso que Dios hizo y que por muchos años disfrute en la compañía de mis seres queridos. Mis recuerdos más impetuosos y hermosos de mi infancia son precisamente de este lugar. Pero, el primer recuerdo claro de mi infancia quedo grabado el día que mi madre, en compañía de uno de mis hermanos, me llevaron al Kínder de niños en Sayula Jalisco. Al cerrar el portón que se deslizaba pausadamente sentí la primera separación de mi familia. Me aferre, a los barrotes de la compuerta, tratando angustiadamente de tomar la mano de mi madre, mis ojos estaban llenos de lágrimas, creo que mi madre sintió lo mismo, pero entendía que era necesario que enfrentara esta realidad por mí mismo. Las clases solo tenían una duración de cuatro horas a cinco horas, pero esas mismas parecieron imperecederas. Mi hermano regreso al medio día y me encontró lleno de lágrimas, no deje de llorar en todo el día. Para un niño de la sierra, estar encerrado en un lugar por más divertido que sea es privarlo de su libertad, una libertad a la que me aferre con las mismas fuerzas durante mis años tardíos en la vida.

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 – Capitulo 2 –

Las barreras tempranas tendrían un rol significativo en el resto de mi vida. Solo cursé el tercer año de Kinder, pero tengo bastantes recuerdos de este lugar; Jardín de Niños Manuel Ávila Camacho, Sayula Jalisco. Ahí fue la primera vez que escuche “el ratón vaquero” y otros cantos infantiles. Los desdenes fueron más bastos que las pocas risas y amigos que logre hacer en este lugar. Recuerdo especialmente a algunas niñas que me sacaban la lengua y me menospreciaban por traer zapatos rotos y vestimenta desaseada. Me fui creando mi propio mundo, un mundo de soledad, pero un mundo seguro, un lugar impenetrable donde podía soñar. Yo deseaba ser un niño lucido, pero las deficiencias exteriores eran muy evidentes y mi vocabulario dejaba ver que era un niño indigente y de limitada educación. El fin de año llego (verano 1980), y la graduación nos esperaba. El salón de clase estaba radiante, el director y las maestras vestidas de gala. Por primera vez me sentí bañado y limpio para esta celebración, el uniforme escolar me hacía ver igual que los otros niños, solo que estaba chimuelo, y la foto del recuerdo constantemente me recuerda que la foto pudo ser aún más fulgurada, si tan solo no hubiese sonreído. No deseaba que llamaran mi nombre, me daba miedo venir hacia la mesa del director y recoger mi diploma, la mesa estaba arreglada con unas flores recién cortadas de un jardín particular, “se darán cuanta quien soy” me decía, un niño inseguro que trataba de aparentar que tenía el mismo valor que los demás, pero que había nacido en un pequeño ranchito.

Rápidamente paso el verano y llegue al primer grado de escuela, Otoño 1980. Tenía muchas esperanzas que todo fuera diferente, me había hecho la ilusión de que los niños nuevos tuvieran una nueva imagen de mí, pero en este lugar solo portábamos uniformes los días lunes, el resto de la semana era vestimenta a las posibilidades de cada familia. Lógico, las posibilidades mías eran muy limitadas. Algunas veces usaba ropas usadas de mis hermanos, otras se componían del único cambio de ropa que mis papas podían comprar por año. Aprendí a leer pronto, me gustaron las letras desde el inicio de la primaria. Penetre en el mundo de los libros, las aventuras del Cid, la historia del principito, etc. Los cuentos me proveían una avenida que complementaba mi soledad, ingenuidad e inseguridad. Soñaba con la historia de los héroes, algún día seria como los caballeros valientes, defendiendo la libertad de los oprimidos. Recuerdo muy pocos amigos verdaderos en los primeros años de escuela, todos los niños preferían a los más populares, los que tenían más recursos o juguetes de moda. Solo un año recibí un regalo de Navidad, una pequeña ambulancia simple, pero para mí fue un gran tesoro. Recuerdo que imaginaba que en mi ambulancia llevaría a los enfermos hacia una pronta rehabilitación.

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– Capitulo 3 –

Los primeros años escolares fueron los más difíciles personalmente. MI papa volvió de otro viaje de los Estados unidos con maletas llenas. Es común que los padres latinoamericanos emigren a los Estados Unidos a buscar empleo y una mejor economía para ayudar a la familia a salir adelante, este no fue el caso. Mi padre volvió con maletas llenas de ropa personal, pantalones ceñidos en la parte alta y de campana en parte baja, además de camisas almidonadas y sueltas estilo 80’s. Regreso y empezó a tomar más de lo costumbre y a frecuentar lugares de consumo alcohólico social. Me gustaba acompañar a mi padre a estos lugares, él era una persona dentro de un bar y otra persona bastante diferente en casa. En el bar era amigable, sociable, dadivoso, etc. es precisamente en estos lugares que comencé a tomar a escasos seis o siete años de edad. Cada que mi padre se separaba de su copa, me acercaba y le tomaba un poco, el sabor del alcohol en combinación con sal y limón no me parecía del todo despreciable. Quería ser igual a papa, grande y fuerte. En un tiempo se vio obligado a buscar empleo, encontró un empleo de planta en una industria de madera que le forzaba a usar botas de casquillo y cinturón de cuero ancho. Posiblemente estos lugares piensan en la seguridad del empleado pero se olvidan de la seguridad de los niños. Mi padre muy pronto aprendió a usar estas herramientas en contra de sus hijos. Me recuerdo un día donde habíamos peleado en la calle, normal para unos niños que pasaban la tarde jugando a la pelota. MI madre nos había advertido que mi padre se enteraría de lo que habíamos hecho. Cada uno de nosotros sabíamos lo que nos esperaba y esperábamos impacientes y mirando el reloj la hora que mi padre apareciera en la puerta. No nos defraudaría, mi padre apareció en la puerta y comenzó a disciplinar severamente a mis hermanos mayores, yo corrí a la parte trasera de la casa, imaginando que mi padre se cansaría hasta llegar a mí, pero ese no fue el caso. Escuchaba los gritos de mis hermanos temblando de miedo. Al fin llego mi turno, estaba recargado a un lado del lavadero que separaba la cocina y el corral de mi casa, mi padre me vio con sus ojos firmes, pensé que me perdonaría, no fue así. Lo único que me acuerdo es que me tiro al suelo y comenzó a patearme; en las costillas, en la cabeza, donde fuera necesario. Esta imagen esta tan grabada que nunca se separará de mi mente.

MI padre ha cambiado mucho, y estas letras no son para entristecerlo o avergonzarlo. Al contrario, me alegra mucho el cambio que ha logrado, aun cuando ha pasado enfermedades severas en estos últimos días se aferra a Dios y es muy útil en la obra que estamos plantando. Te amo padre ¡aunque muchas veces me sea difícil decírtelo verbalmente! Yo sé que tu vida fue difícil y tú también fuiste un producto de tu pasado. Con lágrimas en mis ojos he recordado vivamente estos momentos, pero hay veces que es bueno recordar para que nuestro corazón no se convierta en piedra.
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– Capitulo 4 –

Mi identidad se fue formando primordialmente en los primeros nuevo años de mi vida. hasta tercero de primaria mi autoestimas se encontraba por los suelos. ¿A dónde vas cuando las personas que deben protegerse son los agresores en tu vida? Trate de perderme de mi atmosfera familiar, durante estos años pase mucho tiempo fuera de casa, con la persona que más recuerdo de mi niñez. Jugábamos mucho a la pelota y soñábamos juntos, estos momentos me hacían olvidar la pesadilla en casa, pues los abusos físicos continuaron por muchos años. Durante el tercer año de primaria, mi maestro conto una historia. Esta historia se trataba de un joven pobre que cayó en una olla de oro ardiendo, su vida cambio inmediatamente y de ser una persona insignificante vino a ser una persona dorada y deseada. Esta historia cambio algo en los profundo de mi alma, por primera vez sentí que había una pequeña chispa de esperanza. Al cuarto año de primaria cambie de escuela y el cambio vino de maravilla. Para este tiempo mi madre y todos en la familia trabajamos después de escuela haciendo cajitas de madera. Este trabajo aunque parecía insignificante nos daba para ganar un dinero extra y poder comprar ropa más decente. La nueva escuela requería uniforme diario y las diferencias se hacían menos visibles. Desde cuarto de primaria fui un alumno excelente y parte de la escolta escolar. Era típico que los maestros me pidieran participar en los eventos escolares; especialmente en lectura y escritura. Me fui dando cuenta que quizás si tenía talentos y los podía desarrollar. Para los últimos dos años de primaria comencé a leer literatura y los libros cada vez me proveían un escape más ameno a mi situación actual. Empecé a jugar futbol para el sexto grado, pero no era muy bueno como el resto de mi familia. No sé si tenía talento o no, creo que mi autoestima era muy baja para poder sobresalir en cualquier cosa en la vida; especialmente porque para mi padre, mis hermanos siempre fueron mejor que yo en todo. Quería demostrar que yo también servía de algo y me preocupaba porque las personas me aceptaran. Me volví un perfeccionista, pensaba que si hacia todas las cosas perfectas obtendría la aceptación de mi padre. Esto en vez de ayudarme, me hundía cada vez más, como si yo mismo fuera cavando un abismo más profundo.

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– Capitulo 5 –

México 1986 ¿Cómo puedo olvidarlo?. Para cualquier Mexicano, el 1986 fue un año especial. Nuestro país una vez más organizaría el mundial de futbol. El futbol se había convertido en otro escape en mi vida, la fiesta mundial fue una verdadera pasión de gritos, euforia, y de una mañana trágica de sábado. La selección de México había caminado en la fase de grupos, solo un penal fallado por Hugo Sanchez contra Paraguay los llevaría a jugar el dichoso quinto juego en Monterrey, Nuevo León. Después de haber vencido en el Azteca a Bulgaria por 2 goles a 0, México se presentaba el 21 de Junio de 1986 para enfrentarse a Alemania por los cuartos de final. Hubo mucho entusiasmo en México y en mi familia por este dichoso evento. Pero mi vida, al igual que la de mi familia quedaría marcado por un acontecimiento extra cancha. Al amanecer del sábado, recibimos las peores noticias de nuestra vida. Un accidente de auto cambiaría nuestra vida familiar para siempre. Abordo del carro, se encontraba mi abuela, dos tías, mi hermana y dos primos. MI abuela y mi tía habían fallecido instantáneamente. El partido pasó a un segundo plano, recuerdo aturdido los dichosos penales, pero tenía el corazón roto. Mi padre llego en taxi de su trabajo para recibir las noticias; su madre había fallecido. Fui la única vez en mi infancia que mire a mi padre doblegado y algunas lágrimas rodaron de sus ojos. El rancho donde vivía mi abuela representaba mi escape de verano, ya no tendría esa oportunidad de conocer aún más la vida de mi abuela. El eje de la familia se había rompido en esta turbadora mañana del 21 de Junio. Solo un año después, mi padre partía una vez más a los Estados Unidos, pero esta vez se llevaba con él a mi madre y a mi hermano mayor. Mi hermano representaba algo especial en mi vida, era el único que creía en mí, me apoyaba y con el que jugaba a la pelota; el si era bueno para jugar futbol. Una mañana calurosa de sábado subieron al camión con dirección a Guadalajara, ahí harían escala hacia su destino en Tijuana, Baja California. De ahí, brincaría la línea divisoria de México y Estados Unidos, como muchos otros compatriotas emigrantes antes y después de ellos. Yo y el resto de mis hermanos fuimos repartidos en casas de familiares, pero nuestro destino estaba determinado a un futuro viaje fuera de México. Mi vida empezó a cambiar, mi hermano nos empezó a mandar ropa y zapatos de Estados Unidos, ahora vestía bien y se puede decir que ya no era el niño inestable y precario de antes. Ahora empecé a ser soberbio y buscaba cobrarme la deuda social de todos aquellos que de alguna manera representarán los menosprecios de mi pasado. Empecé a tomar más alcohol y a burlarme de mis maestros. La vida presente no me importaba, mi mente estaba en otro lugar y en otro tiempo. Mis hermanas también marcharon a los Estados Unidos y muy pronto mi hermano y yo fuimos forzados, por eventos familiares, a vivir juntos y solos en la casa. No había responsabilidad en nuestra vida, la vida era una carnaval.

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– Capitulo 6 –

El carnaval comenzó cuando mis padres nos dejaron solos en México. Yo tenía cerca de trece años y mi hermano quince. Pronto comenzamos a descubrir que la “libertad” puede ser muy peligrosa. Mi hermano empezó a traer amigos mayores a casa, normalmente tomaban y fumaban, pienso que hacían otras cosas más fuertes pero las escondían de mí persona. Fue en este tiempo cuando empecé a escuchar música Rock, mi bandas favoritas pronto comenzaron a florecer; Gun’s & Roses, Metallica, Ramones, Led Zeppelin y su “Stairway to Heaven”, etc. Dentro de esta música empecé a formarme una idea de lo que era el consumo de droga, y como la música parecía ser más energética y reveladora cuando estas bajo la influencia de algún narcótico; aunque todavía no los había probado. Muy pronto recibimos una llamada, una vez el rumbo de nuestra vida se perturbaba. Era la voz de mi madre al otro extremo de la bocina del teléfono, nos informaba que ya habían juntado suficiente dinero para que nos reuniéramos con ellos. Recibimos la llamada con ilusión, siempre habíamos deseado visitar los Estados Unidos, esta era nuestra oportunidad. Ingenuamente, nunca pensamos en los peligros que acechaban nuestra vida. Subimos al camión Tres Estrellas de Guadalajara, mi tío nos hizo el favor de traernos hasta la frontera. Viajamos en el banco de enfrente y dormíamos en el asiento del chofer. Esto no nos importaba, pues teníamos la esperanza de que muy pronto llegaríamos a los Estados Unidos y “todos nuestros problemas quedarían atrás y a ganar muchos dólares”; que equivocados estábamos. Por medio del viaje, conocimos algunos lugares, Nayarit, Sinaloa, Sonora, Baja California. El camión hizo la última parada en Tijuana, donde nos esperaba un contacto del coyote, el cual nos ayudaría a cruzar la línea fronteriza. Llegamos con cajas de cartón, mi hermana mando comida que incluía queso, carne, dulces, etc. Creo que ella no recibió la noticia que no éramos turistas sino alambrados. La persona que nos recibió solo hizo un contacto breve con nosotros, nos dijo que lo siguiéramos a lo lejos, y que no se nos ocurriera decir que lo conocíamos. Era la primera vez que miraba un “pocho” con vestiduras acholadas en persona. Llegamos hasta una casa humilde en el cerro, esta casa estaba localizada cerca de la autopista que conecta a México de los Estados Unidos. Comimos y descansamos hasta llegar la noche. A la media noche nos despertaron, escuche una voz que decía “vámonos a cruzar el bordo”. No sabía lo que eso significaba, pero al llegar al lugar me impresionó el alto muro divisorio de metal. A mis trece años, el muro parecía un gigante hermético e impenetrable. Algunos paisanos estaban sentados en la cima del enorme muro, otros simplemente esperaban cautelosamente el movimiento de los vehículos de la inmigración americana. A lo lejos y en las sombras de la noche, escuchaba los murmullos de “fantasmas” sin rostro que decían: “ya no se hizo, llego el relevo y el migra no se movió”. Tuvimos que regresar a casa, nuestro primer intento de cruzar a los Estados Unidos había fracasado. Este muro parecía más misterioso y terrible que el muro cuando fui dejado en el jardín de niños. Pero una vez más, este era el muro que me separaba de mis padres. ¡Vendrían otros intentos más!

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– Capitulo 7 –

Una nueva noche, y una nueva aventura nos esperaba. Llegamos nuevamente al monstruo de hierro. Esta vez estaba menos impresionado y sin tantos miedos. La noche parecía más obscura que la noche anterior, pero el bullicio de la gente le daba luz y vida a un lugar que parece olvidado por la mano de Dios. Algunas de las paisanas se ganaban la vida y juntaban para su futuro viaje a los Estados Unidos vendiendo tacos mexicanos, otras preferían popusas salvadoreñas, y otras catrachitas hondureñas. Todo tenía un olor rico, aun cuando en la casa donde estábamos nos daban de comer, para la media noche ya hacia hambre de nuevo, hubiese aprovechado la oportunidad, pero viajamos con las bolsas vacías, pero el corazón lleno de esperanza. Una nueva noche de aventura, pero otra noche de infames noticias. “No podemos cruzar esta noche, hay mucha revisión” dijo el guía. “Regresemos a casa, que mañana, pues ya será otro día”. En cada intento perdía más las esperanzas, por primera vez durante el viaje empecé a sentir desconcierto. Las esperanzas con las que había salido de México empezaban a desvanecerse. Estábamos colgados de un abismo, abismo que muchos de nuestros paisanos no logran superar. Llego la tercera noche y corrimos la misma suerte que las anteriores. Al día cuarto, el coyote decidió cambiar de estrategia. Ya no regresamos al muro, esta vez nos aventuraríamos por el cerro. Caminamos casi una hora, y llegamos hasta la cima del cerro. Desde la cima pude presenciar el “otro lado”. Para los que viajamos con la esperanza de mejor surte, el otro lado es un espejismo que te consume pausadamente, como si fuera un cáncer que lentamente se desparrama y te carcome la piel en fuego. Fue entonces cuando el coyote dio la señal, vamos a correr hasta el otro lado de la autopista. Bajamos a toda velocidad, el guía parecía liebre, pero nos esperó casi al cruzar la carretera. Fue entonces cuando vino un carro en alta velocidad, desde el carro escuchamos la voz de alerta, “regrésense paisanos, detrás de nosotros viene la migra”. El coyote nos hizo la señal de que cruzáramos, “nos esconderemos del otro lado de la autopista” dijo. Una nueva vez, sus planes fueron herrados. En cuando iniciamos a cruzar la autopista, pudimos observar el carro de inmigración dando vuelta en una ladera cercana y rodeando el cerro, y en unos segundos parecía que se echaba encima de nosotros. El coyote regreso corriendo y subió el cerro de laberintos cortos en un abrir y cerrar de ojos. Mi hermano me gritaba, “corre y no te separes tanto de nosotros”. A cado paso que daba cerro arriba, me daba cuenta que ya no era un niño, algo había pasado en el trascurso del viaje, como si los años hubiesen pasado de la noche a la mañana sin darme cuenta. Como si alguien hubiese robado mi niñez, y me hubiese aproximado a una madurez temprana, el reloj de la vida se había adelantado y me había hecho una mala jugada. Logramos escapar de la migra al llegar al otro lado del cerro, ya estábamos en nuestro lado mexicano, y nuevamente a salvo. Inmediatamente después, nos dimos a la labor de cruzar de nuevo. Para esa hora ya arreciaba el sol, las fantasmales olas de agua engañaban nuestros ojos. Subimos de nuevo el cerro, y esta vez lo bajamos sin ninguna desavenencia. Seguimos hacia adelante después de la autopista, cruzamos puentes, algunos riachuelos, otras colinas de tierra. Estaba agotado, mi hermano regresaba para jalarme de la mano, y me decía “ya casi llegamos apúrate”. No tenía más fuerza, hay veces pienso que el cerro me agotaba, como si estuviese conspirando para recoger mi alma. Pero Dios había dispuesto otro destino, y pronto mire la primera señal. Había un letrero a la distancia, el letrero decía, “San Ysidro”. Llegamos a la primer zona poblada, y corríamos en medio de jardines caseros. En unos minutos estábamos en la primera casa transitoria, entramos y la sala alfombrada estaba llena de otros paisanos que descansaban. Ellos también habían superado el primer tramo de la hazaña. Nos dieron de comer y también de beber, el agua refrescaba y limpiaba nuestros dientes cubiertos de tierra. Pronto empezaría otra nueva aventura…

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– Capitulo 8 –

Descansamos en San Isidro por el resto del día. Las indicaciones del coyote fueron de descansar lo más posible, recuperar fuerzas y sobre todo mantener un silencio total. Inmediatamente conocimos a otras personas, como nosotros se habían embarcado en la travesía y el espejismo de los Estados Unidos. Una pareja joven con una niña pequeña simpatizo con nosotros. Ellos no parecían personas agrarias, sino al contrario eran personas refinadas y bien vestidas. Muy pronto aprendí que dentro de la líneas divisorias trazadas por los países, se pierden los desbalances sociales. Ellos como nosotros empezaríamos una vida nueva en un país extranjero. Era una pareja muy dócil y amable, estuvieron preocupados por nosotros hasta el momento que nos separamos más adentro de nuestra ruta y destino final. Nos dijeron que nos quedáramos dormidos y no nos preocupáramos de nada, ellos velarían por nosotros mientras descansábamos. No todos en ese lugar se miraban tan dóciles y amables como esta pareja. Muy tarde en la noche, o ya en la madrugada nos dijeron qué saldríamos muy temprano en dirección norte y que estuviéramos listos para salir en cuanto nos indicaran. Temprano en la mañana llego una van y nos recogió. Sentí paz al ver que esta pareja viajaba con nosotros. Esta paz se empezaría a perder muy pronto pues viajamos algunas millas y después nos bajaron de la van, y nos hicieron entrar en la parte trasera del vehículo. Este lugar era bastante reducido, y como éramos cinco personas, teníamos que mantener las manos arriba para caber en este insignificante espacio. Sellaron las puertas detrás de nosotros y nos dijeron que nos mantuviéramos callados hasta pasar la revisión de San Clemente. Muy pronto empezó a faltarnos el aire, sentíamos que nos ahogábamos y tratábamos de apoyarnos los unos a los otros. Me recuerdo que me decían “conserva tu oxígeno” ya casi llegamos. Muy pronto aprendí lo que muchos paisanos han sentido al perder la vida en el intento de buscar una mejor vida. Escuchamos que golpeaban la van y nos daban instrucciones que nos acercábamos a la revisión y que guardáramos silencio total. El chofer fue reduciendo la velocidad y escuchamos unas voces en inglés, no entendía lo que decían. Abrieron las puertas laterales de la van y se escuchó que entraron algunas personas y golpeaban las paredes. También fueron a la parte trasera e hicieron lo mismo. Sentía que me moría de miedo y de asfixia, sentí una mano que me tomaba para resistir el último tramo. Nunca supe quién era, pues todos manteníamos las manos arriba. Llegamos a otra casa en Anaheim, California. Esta casa era diferente a la previa, la sala era como un hormiguero difícil de evadir. Entramos y tuvimos que eludir los cientos de personas que llenaban la casa; mujeres, hombres y niños. Llegamos hasta un pequeño rincón de la sala y lentamente nos sentamos para no apachurrar a nadie. A las pocas horas recogieron a la pareja y nos quedamos solos, ellos preguntaron por nuestros familiares pero les dijeron que todavía no se comunicaban y tendríamos que esperar. ¡Nos aseguraron que todo estaría bien! En la tarde sirvieron la comida, un par de personas vinieron con charolas llenas de huevos y un par de tortillas, nos servían un poco por plato. Muy pronto vendría finalmente el encuentro con nuestra familia…

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– Capitulo 9 –

En la tarde nos hablaron y nos dijeron que era hora de partir. Ya era de noche, y por primera vez pude apreciar la ciudad de Los Ángeles y su bullicio, tráfico y luces. Parecía un sueño hecho realidad, la carretera estaba sembrada en carros, también estaba lisa y recta. Como si te invitara a correrla y viajar a un horizonte distante y profundo. Después de entregarnos a mi papa y un primo que vinieron a recogernos hasta Anaheim, paramos en una ventana de McDonald’s. Estábamos todavía hambreados del viaje, mi mama dice que cuando llegamos a casa traíamos el hambre atrasada. Esta fue mi primera comida americana autentica, estaba deliciosa, pensé que podría comer McDonald’s todo el tiempo. Finalmente llegamos a casa, y pronto llegaron las primeras desilusiones y realidades futuras. La casa no era como las que veía en la televisión americana, al contrario, mis padres vivían en un hogar móvil (mobile home). La vivienda en total no media más de 50 pies de largo, por 10 pies de ancho. Mis padres tenían un cuartito donde apenas cabía una cama matrimonial. Los demás nos hacíamos bola en la salita y en la cocina. A mía amigos les digo que vengo de una familia acomodada, claro, dormíamos siete personas en un lugarcito pequeño, el acomodo era necesario. El hogar móvil era frio de noche y durante el invierno, y caliente de día y durante el verano. Inmediatamente después vinieron las expectativas. Yo tenía alrededor de 14 años, y mi hermano 16. Mi padre esperaba que trabajáramos y “ayudáramos” a la familia. Ya no éramos unos niños, el viaje nos había madurado. Ahora podíamos defendernos, ya no era fácil de intimidarnos. Nos negamos a trabajar, queríamos ir a la escuela, tener educación. MI padre trato de pegarnos de nuevo, pero se dio cuenta que ya éramos grandes y también fuertes. Mi tío nos llevó y nos registró en la escuela, mis padres no perdían un día de trabajo buscando el sueño americano. Fue ingresado en la secundaria (Junior High), la mentalidad de la mayoría de los estudiantes era todavía inmadura. Eran todavía niños jugando con sus juguetes. No me relacionaba mucho con ellos, para una persona menor que cruza el rio, su niñez es arrebatada. Había perdido mi niñez, ahora era una persona adulta. Al llegar a la escuela quise refugiarme en los que se parecían a mí y hablaban mi idioma. Lamentablemente, ellos me llamaban mojado, se reían, y se negaban hablar español alrededor de mí. Este juego de niños no me molestaba, había desafiado la muerte para estar preocupado por un par de niños inseguros e inestables. Pero esa es la realidad de nuestra juventud y el nivel de abuso a lo que los inmigrantes están expuestos. Unos meses después me gradué de la secundaria, y me dieron mi primera bata y gorro de graduación. Les dije a mis padres que me graduaría y ellos me dijeron que estaban cansados y no podían ir a la celebración. Mi hermano mayor me llevo a la escuela y me dijo que después me recogería. Primera graduación, y la soledad era evidente en mi vida. No tenía amigos, pero tenía el deseo de descubrir mi propósito en Los Estados Unidos, pero este era un comienzo no muy alentador.

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– Capitulo 10 –

El calor del verano en los campos de Oxnard fue mi premio por haberme graduado. Trabajé todo el verano en la cosecha de la mora. La imagen de los Estados Unidos se comenzaba a distorsionar. Yo había imaginado un futuro diferente, al igual que muchos inmigrantes como yo. Pero la realidad era esta, trabajo de sol a sol para “ayudar” a la familia. El polvo nuevamente cubría nuestros rostros, como un recuerdo de nuestra travesía por los cerros de Tijuana, y una bofetada a nuestro orgullo. El verano me dio renovadas fuerzas para seguir estudiando y concentrarme en mis estudios. Imaginaba hacer algo en la vida, pero no sabía que. Todo sería mejor que pasar el resto de mi vida en los campos de cosecha. Vendrían muchos otros veranos corriendo la misma suerte. Para septiembre de 1989 llegué a la preparatoria. Empecé en el programa bilingüe tradicional. El inglés no era tan fácil como lo había imaginado. Todos los días teníamos dos horas de estudio y práctica, después estudiábamos otras materias como ciencia, matemáticas, etc. Comencé a tener mis primeros amigos en la escuela de Channel Islands High School en Oxnard. Casi todos mis amigos corrieron la misma suerte que nosotros, eran personas que habían cruzado la frontera ilegalmente y estaban en busca de un “mejor” futuro. Sus historias eran muy parecidas a la mía. Pasábamos horas platicando de nuestros pueblos y nuestro recorrido a los Estados Unidos. Todos nosotros sufríamos del mismo maltrato de otros hispanos que se creían superiores a nosotros por hablar el idioma inglés. Creo que el deseo de superación nos hacía soportar todas las humillaciones recibidas. Empecé a revelarme contra todos aquellos que se burlaban de mí. Era fácil para mí porque uno de mis hermanos había iniciado la escuela en el mismo grado que yo. Si me metía en algún problema corría a él por ayuda. Creo que eso me generaba cierto respeto y pensaba canjearlo al máximo. Ya no era sujeto de burlas, ahora era yo el que se burlaba de los demás. Tenía que pelear en contra del sistema y de las ofensas, no pensaba quedarme callado. Las clases no eran difíciles para mí, al contrario, creo que lo fácil de las clases me daba tiempo para ingeniar travesuras. Recibía apoyo de mis maestros, creo que se daban cuenta de que sus clases eran bastante fáciles para mí y trataban de motivarme dándome algunos proyectos diferentes a los demás. Cuando había presentaciones generales de la escuela, me daban la oportunidad de dar discursos. No necesitaba mayor práctica, uno de mis maestros me llamaba “nervios de acero”. Esto era lógico, como podría tener miedo de dar un simple discurso, cuando habría enfrentado la muerte y la había vencido. Todo el primer año escolar en la preparatoria fue de alcances, pero también de disturbios. Mi nombre empezaba a ser conocido en la preparatoria.

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– Capitulo 11 –

Para el segundo año de la secundaria nos mudamos a un condominio en el norte de Oxnard. Tuvimos que separarnos de los amigos que apenas habíamos logrado y también cambiar de escuela. Esta preparatoria era diferente a la primera, el compañerismo era intencionalmente poco. La dirección de la escuela temía a los problemas raciales que se manifestaban comúnmente durante el receso, o después de escuela. A la antigua Oxnard High School asistía parte de la comunidad de la Colonia. Normalmente las peleas se daban dentro de la rivalidad de hispanos en contra de los afroamericanos. Era común que muchas de estas peleas terminaban con personas heridas por navajas, etc. y la escuela invadida por patrullas. Esta era la única escuela donde la violencia era tangible, por eso el compañerismo era muy poco. Por este tiempo me refugié en el deporte. En el condominio donde nos mudamos había una comunidad que jugaba básquetbol y voleibol todos los días; así llego otro verano. Este verano fue diferente, ya no fui a trabajar al campo. Para este tiempo conocí a unos paisanos de Jalisco que me invitaron a trabajar con ellos en la construcción. Para los 16 años comenzaba a aprender un oficio. Este trabajo era mucho mejor que el trabajo del campo, no pasaba tanto tiempo en el sol y tampoco tenía que mentir a mis compañeros de escuela acerca de las supuestas vacaciones a lugares calurosos. En la construcción me pagaban bien, y con el dinero empecé a tomar alcohol una vez más, pero ahora ya más constantemente. Después del verano, tuve una pelea con mi hermano y mis padres y me fui de casa. Me fui a vivir con unos familiares a Los Ángeles por un tiempo. Creo que me sentía desesperado por ver mi vida para donde se dirigía, pero no sabía cómo enderezarla. Hui porque tenía miedo e incertidumbre, quería encontrar algo nuevo, pero no sabía por dónde empezar. Había una confusión grande en mí. Para un joven que ha vivido constantes cambios, la vida es de constantes asimilaciones y de pérdida de identidad. Extrañaba mucho México, mis amigos, mis familiares. El norte era diferente a lo que estaba acostumbrado. Tenía que asimilar la vida en Los Estados Unidos, pero era muy complicado. Esta cultura era muy diferente a la mía en todos los ámbitos de la vida. Trate de ir a diferentes escuelas en Los Ángeles, pero todas tomaban la misma dirección; o me corrían o nos mudábamos, y me veía obligado a asistir a otra preparatoria. Fue un tiempo difícil en mi vida. Estaba más tranquilo que en casa, pero no lograba encontrar un propósito. La vida era un simple transcurrir de días sin dirección, ni destino. Seguía creciendo y seguía sintiéndome solo, apartado de mi familia y de todo mi entorno. En constante movimiento físico y un futuro sin dirección, ni propósito. No logre obtener créditos y perdí todo el año escolar.

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– Capitulo 12 –

Para 1992 regrese a casa, e inmediatamente me incorpore a los trabajos del campo. La idea era de hacer un poco de dinero mientras llegaba el nuevo año escolar. Todo lo que hice ese verano fue invertido en ropa, zapatos, y diferentes accesorios personales. Para Agosto de ese mismo año me incorporé a la escuela de nuevo. Inicie en el grupo de verano, la pérdida del año escolar me costaría demasiado, quería graduarme con los compañeros que inicie la preparatoria, así que tuve que consultar con un consejero, el cual me dio unas ideas. Estas incluían, escuela de verano, estudios independientes y clases antes de escuela. Ese año vendría a ser productivo en cuestión de progreso académico y también en los deportes; me incorpore a los equipos de Voleibol y basquetbol de la escuela. Llegue a la escuela de verano e inmediatamente reconecte con amigos del pasado. Nosotros teníamos mucho en común, escuchábamos la misma música rock, vestíamos similar (pantalones y camisas teñidas de diferentes colores), chamarras y botas de piel. Me recuerdo que uno de mis maestros nos llamaba los “outsiders”. Este grupo se hizo popular en este año, comenzamos a participar en paneles escolares, teníamos ideas de liberación pero no sabíamos muy bien como canalizarlas. Me interesó mucho las ideas y propuestas del Che Guevara, y trataba de promover ideas anarquistas que conllevaran a la liberación social. Por consecuente, me volví un poco popular, especialmente después de que un grupo de compañeros iniciaron una disco de Rock en Español local. El Rock en Español se convirtió en una pasión para mí, especialmente dentro de este año escolar. Pronto entre en otra etapa de mi vida al convertirme en el DJ del nuevo salón nocturno. Claro, esto ayudó a mi popularidad. Después de unos meses, comenzamos a traer grupos de Rock locales y del otro lado de la frontera. Después de la popularidad generada en el salón local, el dueño quiso organizar los eventos por sí mismo y dejamos de asistir a la disco. Pronto cerraron el lugar por la codicia del dueño. Un amigo me busco y me invito a inaugurar una nueva disco. El tenia recursos económicos para hacer cosas más grandes. Pronto la abrimos y comenzamos a trabajar con bandas más de renombre. La primera banda popular con la que trabajamos fue Tijuana No. Por primera vez se presentaban en Los Estados Unidos. Tuvimos un lleno impresionante, y esto nos llevó a soñar en otros eventos importantes y más grandes. Comencé a relacionarme con personas del medio, músicos, representantes, técnicos de sonido, etc. Sus vidas estaban envueltas en alcohol y drogas y esto me motivaría para buscar un nuevo estimulo en mi vida vacía y triste, una vida que por las noches cantaba pero de día se apagaba poco a poco. Mi adición por el alcohol se había incrementado bastante, pero muy pronto vendrían otras drogas a mi vida…

– Capitulo 13 –

En 1993 me gradué de la preparatoria y al mismo tiempo comencé mi adición a la marihuana. Después de la preparatoria trate de seguir mis estudios universitarios, pero la falta de documentos “legales” en los Estados Unidos me prohibieron ese sueño. La droga me proveyó un poco de “libertad”, un espacio donde podía respirar, sentir que el tiempo no pasaba tan rápido. Buscaba detener el tiempo, olvidar tanto dolor, frustraciones, opresiones, etc. El consumir esta droga me permitía concentrarme en la lectura, escritura, en el arte, y demás. Soñaba que me encontraba en un lugar lejano y apartado de toda la presión cotidiana de nuestro mundo. Disfrutaba de la Literatura, Garcia Márquez se había convertido en una figura importante en mi vida. Sus bellas ilustraciones en Cien Años de Soledad me permitían ser el soñador e impulsivo Arcadio. Es por eso que esta droga es tan atractiva para los jóvenes en búsqueda de sueños y apartarse de sus frustraciones cotidianas y dramas familiares. Pero mi adicción fue creciendo muy rápido. Aparte de lo que generaba en la disco, comencé a trabajar en una empresa de computadoras. Tenía una pasión ferviente por la tecnología y ahí se me permitía aprender. Inicie como ensamblador, pero muy pronto llegue a ser técnico de computadoras. El trabajo era variado en cuestión de horario. Algunas veces trabajaba de días, y otras, por las noches. En este lugar comencé a experimentar con otra droga; la cocaína. Esta droga me permitía ser productivo y me daba energía para mantener mi trabajo y además tener tiempo para tocar en las noches del club y también para los eventos especiales donde presentábamos bandas exitosas. Fue en este tiempo donde pensamos en eventos más destacados. Después de contactar a unas bandas, recibimos respuesta de “Los Amantes de Lola”. Ellos habían tenido un éxito destacado al inicio de los 90’s, pero desacuerdos personales los habían desintegrado. La banda estaba tratando de regresar a los primeros planos y nosotros buscábamos cambiar de aires y convertirnos en unos auténticos empresarios, a mis escasos 19 años. Para este tiempo me enferme, nadie se dio cuenta pues no asistía en mi casa, o me relacionaba mucho con familiares. No podía pasar comida, todo lo que comía me causaba vómito, llegue a pesar 120 libras y mi apariencia física poco a poco se iba deformando. Un amigo y su mama que eran muy creyentes a la brujería me llevaron a un lugar para que me “detectaran” el problema. Ellos insistieron en que tenía un mal que me habían hecho y necesitaba un proceso de liberación. Por supuesto para un chico tan escéptico como yo, esto no era más que una extorción. Mi amigo me convenció a que fuera a otro lugar. Este lugar era más místico, y la mujer me leyó el tarot, cartas y otras cosas. Al final terminamos hablando de los proyectos que se nos venían encima. Ella me dijo, “esto que están haciendo será un rotundo fracaso. Serás exitoso en la vida, te conocerá mucha gente, serás popular, pero todavía no es el tiempo. Vendrá algún día donde tu vida cambiara radicalmente y sabrás que el tiempo ha llegado”. Me reúse a creerle porque había depositado tanta fe en el proyecto que teníamos enfrente, todo había trabajado antes, y este proyecto pensaba que no sería una excepción. Rentamos dos lugares clásicos y famosos en Hollywood; el “Troubadour” y el “Palace” por dos noches consecutivas. Nuestro anuncio cubría toda una página de espectáculos en el periódico más privilegiado de Los Ángeles; la Opinión. Nunca otra empresa había hecho tales logros. Todo parecía perfecto, estábamos listos para entrar a las grandes ligas, pero todo se vino abajo y nuestros eventos terminaron siendo un rotundo fracaso. En lo personal, seguía refugiándome en la droga como un medio de escape…

– Capitulo 14 –

Después del fiasco de las presentaciones de los Amantes de Lola en los Estados Unidos, me retiré de las promociones. Mis amigos y colegas me insistieron que siguiera adelante, pero ya estaba resuelto. Esta vez me refugie en el trabajo y en el estudio. Comencé a trabajar largas horas y a estudiar electrónica después del trabajo. El instituto (ITT) me ofrecía oportunidades que yo quería explorar anteriormente. Deje por completo la música, no toque más en los clubs de Rock en Español, aunque mis fines de semana se consumían en estos lugares, disfrutando de muchas de las bandas locales pues conocía a sus integrantes y también disfrutando de las drogas comunes en estos lugares. Como tenía menos responsabilidades los fines de semana y trabajaba largas horas, mi adicción por la cocaína fue creciendo. La mayor parte de mis ingresos se consumía en el uso de la droga y el alcohol. Al tiempo de comenzar con el abuso constante de la droga, empecé a experimentar alucinaciones. Después de ser seguro e inquebrantable en mi persona, comencé a perder mi identidad nuevamente. Mi nivel de rabia, celos e inseguridad aumentarían a un nivel máximo dentro de los próximos años. Desde joven había experimentado situaciones raras, pero eso situaciones se comenzaban a multiplicar. Cuando tenía alrededor de 16 años, me recuerdo despertar una noche y mirar una figura parada al borde de mi cama. Algunas de estas figuras eran blancas y otras negras, algunas causaban miedo, otras tranquilidad. Esta figura de esa noche, era un hombre de media estatura portador de un manto completamente blanco que me traía paz a mi vida. Él estaba inclinado leyendo lo que parecía un libro, contemplé por unos minutos y la figura se fue diluyendo. Para este tiempo había experimentado más situaciones parecidas y muchos sueños. Yo nunca fui muy religioso o dado a visitar iglesias, así que trataba de interpretar estas visiones lo mejor que podía. Para estos años conocí a mi futura esposa. Nuestra relación no ayudo de mucho a mi adicción, trataba de estar sobrio solo cuando nos mirábamos, pero después de esto, mi adicción seguía en aumento. Mi peso se fue reduciendo, estaba flaco, ojeroso, y mayormente cansado. Al tiempo planeamos casarnos, lo pensé muchas veces. Aunque la quería, sentía que este paso de comprometerme me ayudaría a dejar por lo menos algo la droga. No estaba convencido de dejarla por completo, solo trataba de controlar mi adicción que para este tiempo era máximo. Pronto llego nuestra boda, nuestro primer hijo, pero de ahí en adelante comenzó una batalla nueva. A contrario de lo que yo pensaba, no estaba listo para una relación seria, esto es porque seguía siendo un niño inmaduro, que solo quería reventarse con sus amigos y seguir viviendo una vida de soltero. Me desaprecia por días los fines de semana, mientras me mantenía arriba en la droga. Después aparecía como si nada hubiese pasado. Claro, nuestro matrimonio se convirtió en un infierno, mi esposa me reclamaba que cambiara, pero mi cerebro estaba tan consumido en la droga que no podía analizar la situación. Para mí, todo estaba bien, no le faltaba financieramente nada a ella o a mi hijo, pues nunca deje de trabajar, pero no había una figura de esposo o padre en el hogar. Así, pasaron los siguientes años de mi vida. Una vida como muchos en el mundo que lamentablemente están siendo consumidos por la droga lentamente…

– Capitulo 15 –

En 1998, nació mi primer hijo. Estuve contento como cualquier padre al tener su primer hijo. Pero eso no detuvo el proceso decadente de mi vida. Aprovechaba que mi esposa tenía que cuidar del bebe, para poder salir por la noches y disfrutar de fiestas con mis amigos. Para 1999, mi vida seguía en decadencia. Una noche de lunes 5, en el mes de Abril, ya pasadas las 10 de la noche, conducía rumbo a mi casa después de haber tomado y hecho algo de droga. Esa noche no llegue, una patrulla me siguió desde el centro de Oxnard y me paró unas calles adelante. Esta noche no estaba tan tomado como otros, inclusive el patrullero tardo en decidirse si llevarme a la comandancia o no. Me reía de él, porque el medidor de alcohol no le daba el nivel adecuado para poderme arrestar, aun cuando estaba evidentemente embriagado. Le molesto mi risa, mi burla, , y me ingreso en la patrulla aun cuando la prueba de alcohol no comprobaba que estuviese bajo la influencia de alcohol. Cuando llegamos a la comandancia, me ingreso en una de las celdas y me golpeó un par de veces en las costillas, tratando de no hacerme moretes o aparentes golpes. Me dejaron en la celda fría hasta el amanecer, cuando el alcohol comenzó a diluirse sentí frio, este no era un frio físico solamente, más por primera vez, pude observar que mi vida estaba dirigiéndose a un precipicio que no podía controlar. Después del arresto tuve que pasar por un curso de alcohólicos del condado. Estas clases no eran un tipo de ayuda para dejar el alcohol o las drogas, eran solamente un lugar de tortura para que la persona reaccionara. Muy pronto pasaron los tres meses de clases y volví a mi vida de costumbre. Muy pronto comencé a viajar, mis primeros viajes se dieron a México, por cuestiones de trabajo. Comencé a vivir una vida diferente, dormía en los mejores hoteles, cenaba en los mejores restaurantes y bebía del mejor vino. Tuve la oportunidad de frecuentar a mi familia en México por mis constantes viajes, visitar a mis abuelos y demás familiares. Durante mis viajes, estaba rodeado de gente altanera, lujosa, etc. Conocí equipos enteros de futbol y los mejores jugadores de la liga Mexicana de futbol y otras ligas como Brasil, etc. En algunas ocasiones logre tomar con ellos y con algunos entrenadores. También conocí algunas estrellas de música, mi vida nuevamente se vio rodeada por personas “exitosas”. Yo creía que mi vida estaba dirigiéndose a un lugar mejor por conocer a esta gente, pues ahora mi grupo de influencia era más “sofisticado”. Pero, todo lo contrario, estas mesas de vino, música, viajes, compañeros y espejismos me confundieron aún más. Seguía negando mi soledad y mi corazón vacío buscando llenarse y apaciguarse en el alcohol…

– Capitulo 16 –

Durante estos viajes comencé a experimentar con una nueva droga. La cocaína ya no fue suficiente y comencé a fumar cristal. Esta droga trajo nuevas experiencias a mi vida, era el acelerador que andaba buscando. Comencé a pensar en la muerte, las imágenes vivas de una hombre en la postrimería de su vida vinieron a mi mente. Muy pronto mi vida, cerebro y condición física fueron radicalmente afectadas. Mi vida era un trastorno mental, aunque seguía trabajando y tratando de funcionar en mis responsabilidades civiles, era muy obvio en casa que la droga estaba consumiendo mi cerebro, paz y estado de ánimo. Mientras consumía el cristal, vivía detrás de las puertas, me convertí en un zombi moderno, como muchos hoy en este día. No vivía, mas poco a poco moría. Mi vida era una vela, y la cera rápidamente se consumía, derramando en un plato hondo y blanco el líquido que rápidamente se derretía . Mi esposa se empezó a dar cuenta de mi trastorno mental, ella me observaba como en las noches pasaba bastante tiempo en el baño, y después salía disimulando mi adición a la droga. Una disimulación que era como un altavoz que anunciaba mi próxima partida. Pero en unos minutos, volvía detrás de la puerta, con un cuchillo, bate de baseball en las manos, y con el teléfono listo para llamar a la policía. Eran horas desesperantes, por mi cabeza pasaban las imágenes que Márquez describe en su literatura “las crónicas de una muerte anunciada”. Pronto vino un viaje que cambiaría el resto de mi vida para siempre. Para enero del 2004, me avisaron que viajaría a la India en viaje de negocios. Imagine mi muerte, inclusive dije a muchos de mis amigos y algunos de mis familiares que de este viaje no regresaría. No estaba del todo incorrecto, aunque regresaría sano en el cuerpo, una daga se depositaria en mi corazón en estas tierras extranjeras. Llego Abril y tome mis maletas, un día antes hice mi fiesta de despedida. Fumamos, inhalamos y bebimos hasta mas no poder, no me importaba ya la vida, si en unos días estaría muerto que más daba disfrutar de mi último viaje. Anuncie, que si yo llegaba a regresar de este lugar a donde partiría, no volvería con vida, claro, yo no sabía lo que esto significaba. Tome mis maletas y me dirigí al aeropuerto de Los Ángeles. Dentro de este aeropuerto transitan diariamente muchas vidas en busca de su final destino. Volamos a Nueva York, donde estuvimos en el aire de cinco a seis horas. Comimos nuestra “última cena” en el Aeropuerto de Nueva York, sabíamos que no habría carne de res por dos semanas; esto era difícil de creer. Tuvimos un retraso de dos a tres horas, problemas mecánicos en el avión. Eran casi las nueve de la noche cuando el altavoz anunciaba la próxima salida a la cuidad de Nueva Deli, India. La próxima salida a la ciudad de la muerte, esta ciudad que tomaría una vida y la trastornaría por el resto de su vida.

– Capitulo 17 –

El avión tomo aire y comenzamos a cruzar el Atlántico, fueron horas interminables y agotadoras. Cuando te embarcas en un viaje directo de 14 a 15 horas, te das cuenta de la longitud verdadera de un solo día. Dormí muchas de esas horas, despertaba y comía algo, también tomaba uno o dos tragos de tequila para agudizar el dolor y la desesperación del viaje. Finalmente, en la pantalla del fondo del avión, vi como volábamos por la Gran Bretaña y comenzábamos a descender hacia el sureste del continente, con destino a la India. La vista fastidiosa del mar había concluido y comenzábamos a volar sobre tierra. Eran como las 7pm hora local de Nueva Deli cuando la bocina anunciaba nuestro destino final. Arribamos cuando el sol ya había descendido y las sombras de la obscuridad comenzaban a cubrir las calles de la terregosa y olorosa ciudad de la India. El olor de ajo era evidente, cualquier lugar que visitamos tenía el mismo olor; desde el hotel más lujoso de India hasta los baños públicos callejeros mantenían ese aroma irritante para los ojos y la nariz, hablo y me expreso como un extranjero y viajero común del oeste, pues para el residente, el olor era algo que se llevaba en la piel y normal al olfato común de la localidad. Una cartulina casi blanca y grande contenía nuestra nombres, inmediatamente nos dimos cuenta del trabajador que ondeaba el letrero para llamar nuestra atención. Inmediatamente cuando nos aproximamos a él, salieron otros tipos de entre la multitud y se pusieron a los costados y en la parte trasera de nosotros y nos condujeron sigilosamente hasta dos de los vehículos que nos conducirían al hotel. Mientras el chofer conducía el auto, pude observar todas las expresiones culturales de la India, muchas imágenes que recordar, algunas me sorprendían, otras me eran comunes. Una de las imágenes que más cautivo mi mente fue la de un barrio totalmente cubierto en sabanas de colores. Estas sabanas formaban un arcoíris de celebración y cubrían totalmente un barrio. Pregunte qué significado tenia esto, la respuesta fue que la semana previa hubo una boda y las sabanas se mantenían colgadas por algunos días manifestando la alegría de la celebración. Observe camellos, elefantes, monos, niños haciendo presentaciones con cobras, etc. Mi recorrido parecía todo un circo ambulante. Finalmente llegamos al hotel, el gerente mismo del gran hotel Taj Mahal nos esperaba. Este hotel aloja reyes y gobernantes reconocidos alrededor del mundo. Acompañaban al gerente un par de chicas lindas y de tez morena, típicas de la India, que desplegaban vestidos multicolores representados bien por las películas tradicionales de Hollywood. Nos condujeron hasta nuestro cuarto. El cuarto era hermoso y manifestaba la misma gama de colores representativos de la cultura India. En medio del cuarto una cama Queen hermosa y totalmente blanca, un blanco que resplandecía en medio de la faceta de colores. El blanco era brilloso, puro, tierno, y resaltaba en medio del ambiente del cuarto. Arriba de la cama albina, pétalos de rosas rojas, que habían sido estratégicamente colocados para ser parte, pero no tapizar la blancura de sus sabanas. La chica que me llevó hasta el cuarto, me hizo que me recostara en la cama para saber si estaba correctamente acondicionada para mi estadía en el hotel. No pude dormir esa noche sobre los pétalos de rosa, tuve que removerlos para poder descansar del viaje. Así comenzó mi aventura en este país extranjero y peligroso que comenzó a desafiar mi ateísmo puro.

– Capitulo 18 –

Mientras me recostaba en los pétalos de rosas rojas y en el hotel más lujoso de la India esa noche, comencé a recordar que solo hace algunos meses estuve de nuevo en la cárcel. El juez ordenó un mes de cárcel, creo que merecía mas. Recordaba como una tarde llegue a entregarme, y fui enviado a una celda del condado de Ventura. Para mí, las celdas eran costumbre, mi vida siempre estuvo envuelto en prisiones de todo tipo. Esta era solo una fase más en mi vida. Después de un proceso que duro un día entero, finalmente fui conducido a una celda solitaria y con cama de cemento, solo una pequeña colchoneta hacia el recostarse más placentero. La celda solo se componía de una cama litera de material, una taza de baño y un lavabo pequeñísimo. Esa noche cuando la obscuridad invadía los barrios de la India, y solo algunas luces mantenían visibles los obscuros barrios, mismos que podía observar a través de la ventana del balcón arreglado por flores multicolores, recostado quizás en la cama más cara de mi vida, recordaba también la cama más pobre en mi vida; la prisión. Para el segundo día de cárcel fui despertado muy de mañana y conducido a la parte trasera de la cárcel, allá esperaban un par de vehículos para conducirnos a otro lugar de corrección. Fuimos esposados en equipo, manos y pies, entre los seis prisioneros hicimos una línea india y tuvimos que caminar a la par de cada uno para evitar caer. Los guardias nos vigilaban con armas de alto poder y chalecos antibalas. Todo este escenario me daba risa, parecía como si habían atrapado a altos miembros de un cartel poderoso. Pero la realidad era otra, éramos un puñado de jóvenes en busca de identidad. Así fuimos llevados a la celda final que me esperaba para cumplir mi sentencia. Todd Road Jail Facility fue mi casa por los siguientes 21 días. Dicen que me dejaron salir antes del mes anticipado por buena conducta. Me parecía irónico, pues fue precisamente por mala conducta la que fui conducido a este lugar, ¡No entiendo las leyes humanas! En la cárcel tuve mi primer encuentro con Dios, no fue el encuentro definitorio, pero por primera vez tome una Biblia en mis manos y leí. La razón por la cual leí la Biblia, fue porque cuando arribas a la cárcel, el único libro que está disponible inmediatamente es la Biblia. Me dispuse a leer un libro entero, y escogí el libro de Job. Comencé a leer los sufrimientos de un hombre piadoso y de fe. Posiblemente pensé que Dios era un dictador, que busca y permite el sufrimiento de todos aquellos que creen en El y deciden seguirle. Quizás este Dios se parecía más al Faraón de Egipto que al Dios de Israel; más tarde entendí que estaba equivocado. Este Job me recordó mis sufrimientos en muchos aspectos, mi vida estaba llena de llagas, no físicas, ni tangibles, pero mi alma se consumía en las ulceras de la soledad y la desesperación. Ocultaba el dolor y lo hacía bastante bien, quizás todos pensaban que mi vida estaba fabricada y rodeada de lo mejor, buen trabajo, buen salario, viajes, etc. Pero la realidad es que una vida estaba desojándose como aquellas rosas de esa noche, y estaba a punto de marchitarse en el calor de la vida.

– Capitulo 19 –

Desperté el día domingo muy temprano, casi no pude dormir por el cambio de horario, y también porque en el avión había dormido bastante. Alguien tocaba la puerta muy de mañana y me avisaba que solo teníamos suficiente tiempo para desayunar y partir a nuestra siguiente aventura. Baje hacia la cocina del hotel malhumorado, pero con mucha hambre. Descubrí que la comida típica de la India tenía un olor penetrante a ajo, un olor que asqueaba tu olfato y paladar enseguida. Tome algo de comer, pero el olor fastidioso me irritaba la nariz y los ojos. Unos minutos después llegaron apresuradamente un par de hombres y nos indicaron que el carro estaba listo para partir. En unos minutos llegamos al templo Arshardham, que significa “la morada divina de Dios”. Este lugar está dedicado a la devoción, pureza y paz. Antes de entrar llegas a una pequeña caseta de dos entradas angostas. Para llegar a la abertura final e introducirte a los jardines del templo, hay necesidad de hacer una cola larga y pausada, por la diligente revisión. La gente de este lugar, especialmente los hombres, no respetan las filas “indias”. Llegan y empujan a quien se les pone enfrente, no importa si son mujeres o niños. De esta dinámica te das cuenta en cualquier evento que asistes. Finalmente pudimos entrar al recinto. Lo primero que note, es que los jardines eran hermosos, como si invitasen a sus deidades a descansar y disfrutar del imperfecto paraíso. Todo el perímetro del templo está rodeado por una hilera de estructuras perfectamente simétricas y del mismo material rojizo que adorna el templo principal. Me acerque hasta el templo y me interne sin quitarme los zapatos. Fui inmediatamente advertido que al templo solo se puede entrar descalzo, pues los templos son lugares bastante sagrados en la religión Hindú para ser contaminados por la suela del zapato. La devoción que encontré en ese lugar era llamativa, los niños de la calle y mendigos venían a mostrar su devoción a su dios, con ropas totalmente desgarradas y pies con grietas por el agotamiento de su calzado. Era notable que muchos de ellos no habían comido bien en meses. Quería dar un pedazo de pan o un par de rupias (moneda india), pero teníamos estrictamente prohibido ofrecer algo. Inmediatamente me di cuenta porque, al dar un par de monedas fuimos invadidos por cientos de niños de la calle, numerosos para contar. Tuvimos que huir del lugar y los guías nos abrían paso a patadas y puñetazos. Nos advirtieron seriamente que no volviéramos a ofrecer monedas. El templo era impresionante, su estructura, material, diseño, simetría, etc. eran asombrosos. Como si por un momento hubiese viajado con Indiana Jones a una ruina perdida en medio de la jungla y encubierta por miles de años. Este fue un momento que despertó mi fisgoneo a la mente religiosa de este siglo. ¿Por qué Dios permitiría una casa tan adornada y fina donde no residiría?, pues mi mente finita no concibió creer que una estructura de material precioso, aun cuando sea majestuoso, pueda sostener la santidad y la grandeza de Dios, lo pensé como incrédulo a cualquier tipo de expresión religiosa. ¿No permitiría Dios la alimentación de todos aquellos niños que mueren alrededor del templo por falta de una alimentación adecuada, a la edificación de un templo que despliega un distanciamiento del valor humano? El ver la muerte palpable de estos niños anémicos me desprendió un velo de mi corazón; el velo de la compasión y misericordia.

– Capitulo 20 –

Para el lunes tuve que reportarme a trabajar y los distintivos culturales de la India eran evidentes. Lo primero que me di cuanta fue la falta de mano de obra femenina en las corporaciones de manufactura. La empresa de producción donde comenzaría la capacitación tenía dos diferentes plantas y un total de más de mil trabajadores. Solo una mujer recepcionista embellecía la empresa, ¡bueno no era tan bella! Todos los trabajadores, además de ser muy estudiados, eran obedientes y muy atentos a las instrucciones, cuando uno de los trabajadores se distraía o trataba de hacer preguntas que dañarían la relación de los tratados estipulados por las empresas, el presidente de la entidad le pegaba un irrefutable grito que se tenía que disculpar. Sentí una gran frustración al ver el trato inhumano que les daban a los trabajadores, además de los sueldos pobrísimos que se expresaban en las deplorables condiciones de vivienda. El gerente de ingeniería nos llevó a su hogar, una vivienda estilo apartamento que constataba de una longitud total de 6 a 8 metros por 4 a 6 metros de ancho, el edificio era un medio rascacielos de posiblemente 200 viviendas. Mientras los hombres trabajaban bajo el aire acondicionado de las enormes estructuras, las mujeres construían armazones adicionales con pico y pala. Era común ver pasar a las mujeres por la calle con herramientas de trabajo, mientras los hombres trataban de vestirse lo más adecuado posible, sacos, camisas, corbatas y zapatillas estilo americano, aunque en un muy penoso estado. Estos edificios eran comunes en esta área nueva de la naciente clase media. Estas áreas eran frecuentes dentro de la ciudad, donde se respiraba un olor de cambio social y benéfico para la economía de estos países que se habían convertido en la mano de obra de los países desarrollados. Alrededor de esta colonia encontramos gente construyendo sus propias casas con unos pequeños ladrillos sin mezcla y un enorme paquete de cartón, obviamente se veían sus cuerpos esqueléticos que resaltaban con huesos sobrepuestos en la superficie de la carne. Existía una dicotomía palpable alrededor de la ciudad, mientras unos parecían magnates tipo Al Capone, otros sobrevivían a base de un trozo de pan y agua diariamente. Regrese al hotel después de un día de trabajo arduo de enseñanza, capacitación y respuestas. Estaba completamente agotado, pero no pude entrar al restaurant, el olor a ajo era intolerable. “Pinche apeste” decía, “como es posible que esta gente viva con el ajo en la nariz todo el tiempo”. La recepcionista que esperaba sonriente en la entrada del hotel se dio cuenta de mi rabieta y trato de sonreír para aliviar mi enojo, pero era demasiado tarde, di vuelta y partí arrogantemente del lugar. A la par del restaurant estaba un bar de medio tamaño, esta taberna tenía todos los elementos clásicos de una fonda americana, me recordó las clásicas imágenes de la película, Casablanca. Me incrusté en el recinto y me senté sobre uno de los bancos elevados y puse mis codos en la liza tabla de madera acolchonada en las partes externas del lado superior. Pedí un vaso de whiskey con hielo y un poquito de jugo de naranja y limón, adornado con una aceituna y una flor que flotaba sobre los hielos. Finalmente me sentí refrescado, el calor era lastimoso a la piel y a las narices resecas que siempre me han acompañado. Finalmente pude tener un poco de paz, la ausencia del olor a ajo era de disfrutar en el “aislado” bar. Después del trago tuve un hambre inquietante, no había comido bien desde mi arribo a la India. Pregunté que se servía en el bar y me dijeron que la comida típica, no fueron muy alentadoras estas palabras. Uno de los meseros se acercó y me dijo que en la cocina tenían órdenes de jalapeños americanos rellenos con queso, pero solo los ofrecían a los clientes más distinguidos. Él me dijo que me los traería aun cuando su trabajo estaba en juego. Me hice muy amigo de este mesero, fue mi mesero personal todos los días en mi estancia en la India. Era un muchacho de media estatura y bastante delgado, moreno y de ojos cafés claros. No parecía tener la suficiente edad para trabajar en un bar, después el me confesó que solo tenía 17 años, pero que su necesidad era tan grande que tuvo que mentir para recibir empleo. Estaba bien bañado y peinado, parecía una imagen displicente del típico muchacho hindú. Muy pronto nos hicimos amigos y conversamos de muchas cosas. Inclusive me invito a jugar cricket (juego típico de la India y muchas regiones en el viejo mundo). Me hubiese gustado ir, pero no tuve tiempo, algo pasaría dentro de nuestras conversaciones que comenzaría a cambiar mi vida para siempre.

– Capitulo 21 –

Llene la semana de rutinas, trabajo, hotel, bar, solo las charlas con mi amigo el mesero rompían las rutinas del día. El viernes por la noche fue interesante, después del trabajo bajé con mis compañeros de trabajo al bar. El lugar estaba conglomerado más de lo normal y muchas personas seguían llegando de diferentes hoteles. Ya noche comenzó la música y el bar se convirtió en una disco, algo interesante pues dentro del “Casablanca” Indio había una diversidad interesante, pero todos parecían disfrutar de la música. Comencé a conversar con algunas personas extranjeras, nuestro grupo estaba compuesto por un inglés, dos estadounidenses y yo (mexicano y de mucho orgullo). Después de un par de horas y al calor de las copas, se nos unió una pareja, él era un inversionista Africano y ella una artista Francesa. Hablamos de todo, el arte, la música, libros, teatro, etc. Casi a la media noche, nos avisaron que el bar cerraría, más nosotros queríamos seguir en el ambiente. Él Africano nos dijo que nos llevaría a un lugar muy especial, solo yo y el inglés aceptamos, los estadounidenses ya estaban cansados y eran muy conservadores. El pidió que le trajeran su auto, inmediatamente apareció un chico conduciendo el Jeep y nos dispusimos a marchar. La ciudad no parecía tan interesante de noche, más bien era bastante obscura y serena. Algunos ruidos de animales se escuchaban a lo lejos, pero con el ruido de la música y nuestras risas casi no escuchábamos nada del exterior. Perdí el sentido del tiempo, pero en un rato llegamos a un subterráneo y unos chicos nos recibieron y llevaron el auto al estacionamiento. Caminamos hacia adentro y encontramos una disco subterránea más al estilo de Estados Unidos que la India. Dentro de la disco descubrí muy pocos extranjeros, la mayoría de personas eran locales y vestían de lino fino, no como los trabajadores de la empresa. El lugar parecía como una escena de Hollywood, quizás de “West Side Story”. Estuvimos ahí hasta el amanecer, solo llegue al hotel tome una ducha y de regreso al trabajo. Para el día domingo nos dirigimos a la ciudad de Agra y visitamos una de las maravillas del mundo; el Taj Mahal. La estructura es ingeniosa y de toques arquitectónicos impresionantes, y en medio un par de tumbas. Todo el edificio está rodeado de un maravilloso jardín y un canal que refresca el lugar. El mármol tallado a mano es reluciente, pareciera como si el sol brillara desde ese punto de referencia. Este sito es un oasis en medio del desierto, como si este sitio hubiese bajado del cielo y aparecido en un lugar estratégico, para alegrar el alma de aquellos chiquillos despeinados y mal vestidos que con alegría y dulces sonrisas llenan su panza. Me fui decepcionado del lugar una vez más, “no es posible que esta gente tire el dinero en estructuras y sus habitantes mueran de hambre”, ese pensamiento pasaba por mi cabeza. “El valor humano en este país es mínimo”, José Alfredo Jiménez hubiese dicho “en la India, la Vida no vale nada”. Regresamos tarde al hotel y con bastante polvo, subí de nuevo a refrescarme y baje más tarde al bar. Las risas, las charlas, los gritos del día anterior habían pasado, el bar estaba triste, apagado, como si la vida se hubiese retirado de este hoyo obscuro. Me introduje y me senté en un rincón, no quería ser molestado por nadie. Estaba triste y no sabía porque, quizás por ver y sentir la ingratitud de la humanidad. Pedí algo de tomar y también unas hojas y un lápiz con borrador. Empecé a escribir unas palabras, quizás un canto, una melodía, posiblemente poesía, solo escribía y dejaba que mis pensamientos y sentimientos fluyeran en la superficie del papel. Algo estaba pasando en mí, mi corazón comenzaba a despertar y comencé a sentir las injusticias de este mundo, la pobreza intelectual humana y de la tragedia que hacemos de este mundo material. Escribí las últimas palabras “Dios te está buscando, escúchalo”. Cuando se acercó el mesero, me encontró llorando, me pregunto que tenía y le di el papel con una mano temblorosa. Lo había escrito en inglés, no sé si el chico sabía lo que significaba, le dije “Dios te está buscando, escúchalo”. Tomo el papel y lo introdujo en su bolsa, no sé lo que paso con este chico, nunca lo volví a ver, quizás Dios lo encontró y es un gran evangelista en la India. Sentí celo, demasiado celo, porque Dios me había mandado a hablarle a un chico en la India y no se había preocupado por hablarme a mí. Que ironía, este borracho se había convertido en mensajero de Dios, y él no lo conocía.

– Capitulo 22 –

Con la frente y manos sudadas entregué el papel al muchacho “Dios te está buscando, escúchalo”. Era la primera vez que había sentido tan fuerte la presencia de Dios. Yo no tenía conocimiento del cristianismo, mucho menos de otras doctrinas religiosas. Nunca había experimentado algo parecido, ahí, en ese lugar, Dios me había visitado y yo no podía entender lo que eso representaba. ¿Qué significaba esto?, por primera vez la mente de un intelectual fue trastornada, “esto no puede ser verdad me preguntaba”. Pasaron algunos meses para que pudiera comprender las implicaciones de esa noche, por ahora solo había sido trastornado, y mi mente había sido llevada cautiva a un lugar donde lo natural no tiene sentido. Un par de días después, el altavoz de la aerolínea Continental despertaba mi subconsciente con instrucciones audibles del vuelo de regreso a los Estados Unidos. Había un sentido de perdida en mi mente, pero también un sentimiento de fracaso. Debí de morir en la India como lo había previsto, yo sé que escuche una voz interna que me decía morirás en la India, ¿Dónde fallaron mis cálculos? ¿Acaso no estaba seguro de lo que había escuchado? Había mil cuestionamientos en mi mente, el escuchar las instrucciones en el altavoz me había despertado a la realidad. No morí en la India, bueno, no físicamente, pero después entendería lo que aquello significaba. Fue un largo viaje, pero se me hizo corto porque me la pase haciendo un recuento de las fallas de origen. Las matemáticas de Pitágoras por primera vez no pudieron darle una respuesta lógica a una ecuación. Muy pronto arribamos a Nueva York sin mayores complicaciones, después de dos semanas finalmente disfrutaba de una sabrosa torta de bistec de res. El hambre que tenía era insaciable, parecía que había ayunado por dos semanas, pues mi alimentación se había limitado a tortillas y arroz blanco sin condimentos. En unas cuantas horas arribábamos a Los Ángeles, California. Mientras más me acercaba a casa, más perdía mi sentido del habla, no quería hablar, había muchos cuestionamientos en mi mente. Quise reflexionar en lo que había pasado, pero no tenía un punto de referencia, la literatura, la filosofía, las matemáticas no te preparan para estos momentos. La lucha interna era real, por un lado quería morir, por el otro sentía que estaba despertando a una realidad más profunda de la que jamás había imaginado. No pude encontrar sentido a los eventos en aquel extraño lugar que me había despojado de mí ser. Muy pronto regrese a mi vida común, seguí refugiándome en las drogas y en el alcohol, aunque el vino y la droga poco a poco se disminuían en sabor y regocijo. Empecé a perder sentido a la vida común, me refugiaba en lo que conocía, pero nada de esto tenía más sentido, cada minuto que pasada mi alma era más confundida, mis ojos comenzaban abrirse y mi vida se derretía como una vela al contacto con el fuego. El fuego que había experimentado en aquella noche, comenzaba hacer estragos en mis conceptos morales y cognitivos. Unos meses después estaba en rumbo a Guadalajara, Jalisco México. Este viaje representaría la última cabalgata por el mar. Estaba a punto de morir para siempre y no me había dado cuenta.

– Capitulo 23 –

Otra vez en el aire comencé a reflexionar como escapé de la muerte en la India. No era merecedor de la vida que tenía, estar vivo era una apariencia, una mala jugada del destino que no podía resistir. Aun cuando tenía un vacío grande en mi corazón, el deseo me impulsaba a seguir adelante y buscar nuevas sensaciones que me mantuvieran vivo, mas ya había fallecido y no me había dado cuenta. Mi constaste rechazo a morir, me había mantenido mental y físicamente vivo. Pero todo era una simple apariencia, había una realidad más profunda en mi vida, la misma que yo trataba de ignorar. No me gustaba lo que estaba pasando en mí, quería seguir experimentando odio, rencor, injusticia, para poder justificar mis actos y mis abusos, pero mi corazón poco a poco se rendía y se debilitaba. Quería ser arrogante, quería ser altanero, orgulloso, mostrar que mi pasado de lágrimas y sufrimiento había quedado en mi niñez y mi juventud. Quería comportarme como un adulto, un adulto que había aprendido a ser independiente, independiente de Dios y del prójimo, pero mientras más me resistía al cambio, una fuerza más poderosa que yo, me atraía con ímpetu. Muy pronto escuché nuevamente el altavoz, esta voz postiza que se había convertido en un recuerdo constante de mis travesías y aventuras, “bienvenidos a Guadalajara, nuestra temperatura local es…..Esperamos que su viaje con Mexicana de Aviación haya sido placentero”. Muy pronto pisaba terreno mexicano, había llegado a mi patria, morir en un país extranjero me daba miedo, pero ahora estaba en la tierra que me vio nacer. Podía inclusive disfrutar de mi muerte en este lugar, pues la tierra misma reclamaba mi sangre. Más no quería morir, me seguía resistiendo a esa realidad, muy pronto estaba nuevamente en otras mesas, en otros lugares, con otros amigos, con otra música y otras luces, etc., pero el consumo de alcohol y drogas siguió en aumento, ahora acompañado de música de mariachi y de banda. Fue la primera vez que descubrí la longitud de las fiestas de octubre en Guadalajara. Por un mes no dormí, me mantenía despierto a una realidad de consumo extremo, de una vida en vía de la muerte, de una vida que trataba de disfrutar de la fiesta y el espectáculo, pero su sensación de deseo y satisfacción se estaba perdiendo, y su vacío se volvía más grande que nunca. ¿Cómo poder aparentar algo que no es?, Yo me creía un ganador, dar señales de debilidad, era precisamente negar que era fuerte y con un autoestima grande hacia mi persona. Una máscara muy grande cubría mi rostro, el rostro de un muerto. Pensé que aquella canción que toco el mariachi en el antro describía mi vida, “era en verdad una marioneta”. Mi vida se había convertido en una marioneta que daba la cara de alegría pero su corazón se consumía de llanto y dolor. Un mes sin ver la luz del sol, pues la obscuridad y las tinieblas dominaban mi vida. La luz me era molestosa, pues reflejaba mis errores y mis decepciones. Pero yo no era un perdedor, al contario, quería creer que estos eran los mejores años de mi vida. Los años de la felicidad, de la completa libertad, del deseo, de la fiesta. Mas la realidad era otra, dentro de la música y las luces artificiales ambulaba un fantasma, el fantasma de la muerte que con una guadaña en la mano buscaba atacarme y terminar con una vida, una vida que se había convertido en una farsa con mascara. Por treinta días viví un sinsabor de experiencias, un fastidio agridulce de experiencias sin sentido, por treinta días había prolongado mi agonía, y nuevamente me había burlado de una muerte anunciada. Pronto estaría nuevamente en el aire de regreso a casa…

– Capitulo 24 –

Nuevamente escuche la voz familiar de la bocina, “gracias por viajar por Mexicana de Aviación, esperamos que su vuelo con nosotros sea placentero”. Esta voz me perseguía, me martirizaba, se había convertido como en una frecuencia distorsionada de un ángel malvado y acompañante. Me recordaba que estaba en un persistente movimiento, pero aun cuando mi cuerpo se movía constantemente, mi alma se marchitaba como un “bonsái” en otoño, y en el desierto de muerte que me consumía. Pronto llegué a casa, aprendí a odiar estar en un solo lugar, pues la inmovilidad aumentaba mi angustia y desesperación. La casa no era diferente, las voces de mi esposa y mis hijos se volvieron un espejismo, un sueño, voces que se perdían en la obscuridad de mi ansiedad. ¿Cuál era la nueva aventura?, ¿Dónde moriría?, buscar la muerte es tan inquietante como buscar la felicidad y el gozo. Estaba completamente confundido, pero dentro del mundo de las drogas y el ruido, había aprendido a llenar mi vacío, aun por un momento mientras me mantenía en movimiento, podía tranquilizar mis ansias de buscar entendimiento y razón. Había una voz más fuerte que intranquilizaba mi quietud, mis hábitos y mis conductas. No podía enfrentar la realidad, me era más fácil esconderme en las luminarias sociales, pretender que todavía disfrutaba de la fiesta, del alcohol, las drogas, pero algo comenzaba a apagar ese fuego, un fuego que fue creciendo desde mi juventud. No me gustaba lo que estaba pasando, estaba perdiendo el control de mis decisiones, de mis pasiones, de mis alegrías. No tenía tiempo ni energía de cambiar mi vida, mi vida era lo que mi historia fue formando, no más, no menos. Una historia de soledad, una historia de angustia, una historia formada en la mente de un chico soñador con la vida turbada por el uso de substancia prohibidas. Pero más aún, una mente consumida en una vida irreal de pasiones fabricadas y estériles. Por las siguientes semanas entre en una rutina más en mi vida, busque un bar cerca donde me refugiaba todas las tardes. Atendía a mi trabajo, pero de regreso ingresaba a este lugar que le comenzaba a dar sentido al monstro que me había convertido. Un bar, una radiola y un par de mesas de billar se habían convertido en mis pasatiempos favoritos. Había perdido totalmente mis relaciones exteriores, no me importaba dialogar, disfrutar de reuniones familiares, o sociales. Esto eran tácticas de gente cursi, gente que les gusta aparentar como su vida está en control. Presumir las mejores ropas, los últimos aparatos electrónicos, las actividades deportivas de los niños, la futura compra del carro último modelo, la nueva casa, el tinte nuevo de su pelo, etc. La vida tenía que ser algo más que una simple apariencia, es posible que el mundo perverso en el que vivía, el constante movimiento, las historias de villanos infames de literatura, y la fiesta, le daban más sentido a mi vida, que las falacias y las máscaras de vidas comunes y corrientes. A los veinte y tantos años, mi existencia era compartida con un grupo de ancianos que se refugiaban en el alcohol y en el bar, resonando los mejores años de su vida, sus aventuras, decepciones, etc. La vida los había traicionado y ahora solo les quedaba refugiarse en este lugar solitario, recordando las canciones que marcaban cada etapa de su vida, cuando tuvieron su primer empleo, su primera relación, su primera esposa, su primer hijo, etc. Comencé a entender que sus fuerzas habían terminado, no tenían ganas de volver a comenzar, más se aferraban a los tristes recuerdos de las ocurrencias pasadas. La vida es tan traicionera que te lleva a la ancianidad con un montón de recuerdos, recuerdos dignos de desprecio… Una tarde volví a casa, y encontré a mi esposa cansada. Me dijo que si quería morirme, que me muriese solo, no quería presenciar más los actos de una muerte silenciosa e inicua. Me pidió que me alejara de ellos, que los dejara tranquilos, ya no podían soportar más aquella fiera en la que me había convertido. Me alegré, había esperado esas palabras por mucho tiempo, eso era precisamente lo que necesitaba, libertad para poder vivir al máximo, y también libertad para poder morir en paz. Recogí un par de cambios de ropa, era todo lo que tenía, me fui…

– Capitulo 25 –

Abandoné el hogar en un mes de Noviembre. Recuerdo el día, la hora, y mi sentimiento de libertad y felicidad inicial. Sentía como si una carga grande en mi espalda estaba siendo removida, finalmente escuché las palabras “vete”, y en vez de estar triste, sentía un alivio superficial. Comencé hacer muchas figuras en mi cabeza, ya no tenía que rendir cuentas, ni convenir la hora de llegar a casa, o caras largas cuando me fuera de fiesta. Ahora era libre, para tomar, para drogarme, para vivir la vida libre de obstáculos. Eso fue lo primero que cruzó mi mente. El primer fin de semana de mi “libertad”, salí con un amigo, este no era uno de mis amigos comunes, más era un compañero de trabajo que apenas conocía. No era de mi ambiente, él era más tranquilo y reservado. Tomaba solo una copa y le gustaba dialogar y retirarse temprano. Acepté porque no quería desbocarme vertiginosamente, aun cuando no tenía que rendir cuentas, pensé que quizás no era necesario apresurar mi aventura de camino hacia a la muerte. Mas mi futuro estaba por destaparse delante de mis ojos, y de la forma menos pensada. Ese día me sentí mal, solo tomamos un par de copas y le pedí que nos fuéramos, no me sentía con ánimos de estar ahí, mucho menos de tomar. Algo raro estaba pasando dentro de mí. El trago me era amargo, la fiesta me era sombría. Pensé que quizás eran todos los acontecimientos de esa semana que me tenían tenso y desganado. Fui a dormir temprano, pronto seria día de acción de gracias, y quizás sería una buena oportunidad para tirarme una celebración en grande. Llegó el día de acción de gracias, y quería evadir a toda mi familia, amigos, etc. No quería el drama tradicional de las preguntas sobre la separación y que pensaba hacer. Busqué un lugar alternativo para refugiarme en ese día. Una familia que no había visto hace tiempo me invito a su hogar para la celebración. Llegué al lugar con ganas de tomar, con ganas de iniciar un reventón común. Quizás tomaría un par de cervezas y me iría a buscar a mis amigos. Conseguiremos drogas suficientes y nos internaríamos en uno de los múltiples refugios por dos o tres días, hasta que el cuerpo aguantará. Recién llegué, y me ofrecieron de cenar. La cena estuvo deliciosa con un pavo tradicional. Me invitaron a salir al patio, toda la familia estaba reunida, abuelos, papas, hijos, nietos, etc. Inmediatamente me di cuenta que algunos menores de edad estaban tomando con su familia y de cierta manera faltando al respeto verbalmente a sus familiares mayores; papa, mama, abuelos, etc. Comencé a sentir celo dentro de mí, un celo raro, parecía que era un anciano amargado. No estaba dispuesto a criticar a nadie, al contrario, este sentimiento de rechazo hacia lo que estaba pasando en el lugar me hizo sentir mal. Como si unas escamas de mis ojos estuvieran desplomándose de su lugar, dejando mis ojos al descubierto. Miré la desnudez de los hombres, aquella a la que Adán y Eva rehuyeron para esconderse de Dios. No pude disfrutar de la fiesta, me sentía excéntrico, ilógico, insensato, etc. Sentí en carne propia la desesperación de la gente, las ganas de silenciar en el alcohol las decepciones de la vida. Sentí tristeza en ellos, amargura, depresión, desesperanza. Muy pronto me despedí y regresé al lugar donde me quedaba durante las noches, un pequeño sillón en la sala de una casa, me lo habían ofrecido temporalmente hasta encontrar algo fijo. Llegué y me acosté y comencé a reflexionar en todas las cosas que habían pasado en el último año, eran muchas para recordar todas, pero resalté las más importantes. Me sentí incomodo, intranquilo, inquieto, y comencé hacer un millar de preguntas. ¿Por qué me sentía así? Pareciera que ya mis deseos de vivir se habían escapado, había salido de mi casa para vivir, pero ahora moría lentamente y en la soledad. Me inundó un pensamiento de demencia. “Estoy loco” me dije, finalmente mis sentidos han dejado de funcionar, con el nivel de droga que había consumido. No era ilógico que un ser como yo termine en la demencia. Finalmente llegué a ese sitio de no regreso, aquel sitio del último viaje, donde algunos drogadictos aventureros se quedan, y viven el resto de la vida imaginando “un mundo aparte que nadie comparte”. Este viaje había buscado, pero ahora que estaba allí comencé a tener frio, frio nostálgico y traicionero. Después de haber dormido el último año en las mejores camas del mundo, ahora estaba en un pequeño sillón nostálgico y obscuro. Me dormí temprano, apague la luz, y con el ultimo destello de luz, mi alma comenzó a apagarse. Ya no había espacio ni tiempo de retorno, la muerte finalmente me había alcanzado y estaba allí para cobrarme cuentas pendientes. No podía cerrar los ojos, sentía que si los cerraba ya no volvería a despertar, “esa muerte traicionera se refugia en la sombra de la noche” dije: Mas muy tarde, y con el silencio de la noche mis ojos cansados durmieron, esa fue la última noche que viví, pues un día después moriría para poder realmente vivir… Continúa…

– Capitulo 26 –

La siguiente mañana desperté, había evadido la muerte esa noche. Quise tomar el día normal, salí de mañana como de costumbre a mi trabajo. Desde la mañana comencé a sentir una desesperación y un vacío inexplicable, sentía el dolor de la gente como si fuese mío. Durante el día trataba de secar mis lágrimas, pero eran incontenibles, miraba el sufrimiento de la madre por su hijo enfermo, la vida de aquel que se drogaba porque su vida necesitaba sentido, el que vivía en las calles porque la vida le había hecho una mala jugada, la que vivía deprimida por ser abusada en el hogar, etc. Todos estos dolores se acumulaban en mi alma, como si yo fuese culpable de todas estas desdichas. Mi vida estaba siendo atacada por una fuerza obscura que no podía entender. ¿Qué hago?, como todas estas figuras me martirizaban y el olor a muerte rodeaba mi vida, pensé que ese día terminaría en el suicidio. Necesitaba ayuda profesional y la necesitaba pronto, pero esto no requería un psicólogo, psiquiatra o consejero. Este proceso no necesitaba un cambio de mente, necesitaba alguien que fuera capaz de alejar aquella oscuridad y fuerza posesiva que me llamaba a morir en las tinieblas. Pensé en la religión, “quizás hay un líder espiritual pueda espantar esta fuerza desalentadora”, me decía repetidamente. Mi mente trataba de orientarme, pero mi alma estaba muy lejos del razonamiento, para mí los razonamientos humanos ya no trabajaban, necesitaba una fuerza libertadora que fuese eficiente y capaz de doblegar toda esta angustia y opresión. Alrededor de las 6:00pm llegué a una iglesia local, pensé que si solo hablaba con un padre, él podía darle entendimiento a mis pesares. Total, ellos están allí para orientar a las personas y llevarlas a la paz de Dios. Un exorcismo no estaría mal, bueno, eso pensaba. Mi mente había sido influenciada por las extrañas y obscuras películas de Hollywood. Me acerqué a la puerta y una monja medio malhumorada salió a mi llamado, le dije todas las cosas que estaban pasando en mi vida, le explique que sentía que este era el último día de mi existencia. Ella pudo observar mi desesperación y me dijo que esperará. Creo que estaba violando las reglas de la iglesia, pues no parecía muy entusiasmada en hacer algo. Cerró la puerta y se alejó, pude escuchar sus pasos alejándose, unos susurros y después sus pasos de regreso. Abrió la puerta, y con ella la última lápida a mi locura, me dijo “lamentablemente los padres ahora duermen”, tiene que regresar mañana”. ¿Mañana?”, ¿Qué acaso no había entendido que no hay mañana?, ¿Cómo dejas ir a un joven que te acaba de decir que está al borde del suicidio? Que inconciencia tan mas terrible, cuando tienes un caso de muerte en tu puerta y prefieres dormir calientito que salir a confrontarlo. Sentí odio por la religión, por todo movimiento espiritual falso, que cumplen con una tarea o trabajo por salario, pero su amor por las almas es inexistente. Bajeé mi cabeza y me retire, sollozando y llorando por la inhabilidad de la religión de ser repuesta a los problemas cotidianos de las personas. Cuando salí, un muchacho que parecía drogado cruzó la iglesia gritando cosas sin sentido y en la obscuridad pude apreciar que hacia algunas señales malévolas. Esto de cierta manera fue aumentando mí desesperanza y cavando un hoyo más profundo. Me encontraba en la orilla del precipicio, solo, sin compañía, sin dirección espiritual. Esta sería la última vez que fingía que todo estaba bien, me alejé en mi carro y conduje a una Kmart local, quería olvidarme de mi mal sabor de boca. Necesitaba algo de comer y me dirigí a este lugar. Inmediatamente me orienté hacia la sección de libros, los libros siempre me dieron dirección y sentido. Necesitaba sentido en mi vida, nadie me la podía dar, debería de buscarla por mi mismo. Observé unos libros, leí algunas introducciones, pero algo raro paso en ese momento, algo inexplicable que mi mente calculadora no lo podía comprender. Había una Biblia que brillaba, este no era un brillo común, este brillo era como si una luz extraña iluminara la pasta de aquella entidad. Extrañado fui hasta ese lugar, levante el libro y lo vi, no parecía tener nada de extraño en mi mano, lo abrí y noté que era un libro normal; lo dejé y me aleje de la sección, extrañado. Después de comprar cereal y leche para mi cena, regresé al lugar de libros, necesitaba algo para mantener mi mente ocupada, una distracción, coherencia en medio del desorden. Inmediatamente note el brillo en esta tapa nuevamente, esto no tenía sentido, “una Biblia”, eso me pregunte. La Biblia no tendría sentido para mí, total, era un completo ateo. ¿Qué puede buscar un incrédulo que había sido rechazado por la religión en una Biblia? Hasta este día me pregunto porque la compré, quizás fue la desesperación, quizás fue el destino, pero como no creo ya en casualidades, fue porque fui conducido a ese lugar, en ese preciso momento, porque una puerta estaba a punto de abrirse en mi vida. Una puerta de libertad y paz…